Lo bueno del arte es que no necesita de discursos fantasmas
para que nos capture de forma inmediata.
Rostros que podrían comerte si en un despiste acercas demasiado la mirada,
muecas que te retuercen, cuerpos que puedes oler, espacios para la claustrofobia cromática, calor, dolor, miedo.
Os dejamos con la potente pintura hipnótica de Ibai Maritxalar.
El pintor de trazo salvaje.